miércoles, 1 de febrero de 2012

Kamikaze


Kamikaze al querer saltar en el vacío de tus ojos, ese vacío tan apabullante que invierte la polaridad de la Tierra. El silencio, el silencio es una esfera, quería decir una espera, una espera de minutos incontables como los granos de arena de esa playa a la que van a romper furiosas mis olas... una esfera que encierra como una cárcel al tiempo que no se precipita al orbe inmediatamente inferior.


Un bosque castaño infinito se extiende hacia tus praderas; hojas marrón claro, que la luz del sol tiñe de ámbar, vuelan con delicados vientos, planeando ligeramente, temerosas de posarse en esa hierba tan pura y que, sin embargo, coloca al instante... 

Arropa a las penas, que con la gélida noche no se constipen, que yo de igual manera arroparé al desasosiego, lo ataré a la cama para que, sonámbulo, no te moleste.

No me des la mano, que no soy ninguna dama. No me pongas la zancadilla, que me raspo las rodillas. La pradera se vuelve angosta, me asfixia... sus vapores opiáceos embotan mi mente... quizás hoy llegue al nirvana. No... para el nirvana sé que tengo que saltar al vacío, a tu vacío.


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